Pbro. Mauro Verzeletti, C. S.
Director de las Casas de Migrante, Guatemala y El Salvador
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“En Cristo somos todos hermanos” (Mt 23,8). Partiendo del valor ético de la hermandad, todo ser humano goza de respeto pleno indistintamente de color, sexo, religión y nacionalidad. La solidaridad global es el camino para superar la violencia estructural.
La justicia social es el hilo conductor para construir la paz duradera y verdadera. Por lo tanto, la Iglesia de los pobres de Jesucristo tiene propuestas muy claras de cómo salir de la economía de mercado neoliberal, a la economía solidaria con los descartados. Revisando tres documentos del Pensamiento Social de la Iglesia de la década de 1960: Pacem in Terris (1963), Gaudium et spes (1965) y Populorum Progressio (1967). Sirven para situarnos en el tiempo y en el espacio, es decir, en el contexto socioeconómico, político-cultural y ambiental.
La Gaudium et Spes, Constitución pastoral del Concilio Ecuménico Vaticano II, hace referencia de las realidades que se viven en el mundo contemporáneo. “La humanidad vive hoy una nueva fase de su historia, en la que profundos y rápidos cambios se extienden progresivamente a toda la tierra. Provocadas por la inteligencia y actividad creadora del hombre, ellas reinciden sobre el mismo hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y actuar, tanto en relación a las cosas como a las personas. De tal modo que podemos ya hablar de una verdadera transformación social y cultural, que se refleja también en la vida religiosa (GS, nº 4). Vivimos “profundos y rápidos cambios en nuestra sociedad”. Pues, la violencia estructural tiene como raíz el tener y poder: destruye derechos humanos y promueve delitos de lesa humanidad, tales como; trata de personas, explotación laboral y sexual, el vaivén de millones de migrantes, refugiados… una multitud de sin patria.
En la década de los 60 fueron los años de euforia económica y el período posguerra. Los años 1970 son llamados “años de oro del capitalismo”. La economía crecía, en muchos casos con pleno empleo, se vivió el “milagro económico”. En poco tiempo el contexto histórico mundial cambia drásticamente: La Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de América, por consiguiente la amenaza nuclear, la catástrofe de Nagasaki y Hiroshima; y la disparidad en la distribución de los bienes económicos. La concentración de la riqueza en pocas manos ocasionó el “abismo entre los ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres”, Papa Juan Pablo II. Hoy, vivimos la guerra asimétrica del liberalismo económico a nivel internacional, regional y nacional que causa migraciones forzadas.